Importancia estratégica de la biodiversidad y los recursos naturales

La Historia Natural de un país no es otra cosa que la descripción de sus sustancias y producciones en sus tres reinos, animal, vegetal y mineral; por consiguiente, es el conocimiento exacto de lo que puede hacer el capital de sus particulares excelencias, riquezas y recursos. ¡Pero, cuántos nacen, viven y mueren en un territorio como el nuestro sin conocer lo que ven, sin saber lo que pisan, sin detenerse en lo que encuentran! (Viera y Clavijo, J. Diccionario de historia natural de las Islas Canarias)

Canarias es una de las áreas geográficas más ricas en biodiversidad de la Unión Europea y una de las más destacadas a nivel mundial. La singularidad geográfica del archipiélago, su localización en una región subtropical, la influencia de los vientos alisios y la corriente fría oceánica, junto a formaciones geológicas y un relieve complejo y accidentado, han dado lugar a una extraordinaria variedad de microclimas y paisajes naturales. Todo ello unido al aislamiento continental durante millones de años, favorece una gran endemicidad.

Canarias, con el 1,5 % de la superficie nacional, alberga la mitad de la flora endémica del conjunto del país y hasta una quinta parte de todos los hábitats de referencia en la directiva comunitaria de hábitats para España. Además, se han conservado muestras relevantes de especies relícticas. Es decir, que existieron en las regiones continentales próximas del norte de África y sur de Europa, y desaparecieron debido a las glaciaciones y la desertización, quedando preservadas en lugares de clima más benigno, como las Islas Canarias y otros archipiélagos macaronésicos. Ese es el caso del bosque de laurisilva, un bosque nuboso subtropical que desapareció de la cuenca mediterránea hace millones de años.

Desde hace siglos, las Islas Canarias han despertado un interés especial en viajeros, naturalistas y científicos europeos tanto por las maravillas del paisaje como por la singularidad de sus especies, y por la peculiaridad de la adaptación humana tanto en el primer poblamiento de origen bereber como después de la conquista castellana en el siglo XV.

El medio marino es más uniforme en cuanto a diversidad de especies. No obstante, alberga una mayor diversidad de grupos taxonómicos y cuenta con importantes singularidades como, por ejemplo, ser una de las regiones del mundo con mayor diversidad de cetáceos. Esto se debe a las peculiares características oceanográficas y geomorfológicas del mar de Canarias que, por una parte, se encuentra en el límite sur de distribución para especies de aguas frías y en el límite norte para las especies de aguas tropicales y, por otra, cuenta con cantiles, zonas de bastante profundidad y con presencia de afloramiento de nutrientes de aguas más profundas.

Según el Banco de Datos de Biodiversidad de Canarias, Canarias presenta un número de especies considerablemente alto. Hasta el momento se conocen un total de 17.893 especies y 999 subespecies, de las que 3.736 y 584 respectivamente son endémicas. Además, unas 12.661 especies viven en el medio terrestre, mientras que 5.232 lo hacen en el medio marino.


Factores que afectan a la biodiversidad

Los principales factores de incidencia han estado relacionados habitualmente con cambios en el uso del suelo, y la sobreexplotación y contaminación de los acuíferos y del mar.

En el medio terrestre, los usos extractivos y productivos han afectado drásticamente a los hábitats naturales y, por tanto, han incidido profundamente en la conservación de los recursos naturales y la biodiversidad. La deforestación y las actividades agrícolas y ganaderas son factores que han implicado grandes alteraciones, pero ha sido a partir de la segunda mitad del siglo XX cuando la rápida conversión de espacios de uso tradicional a otros de tipo intensivo ha supuesto fuertes impactos con gran incidencia en los recursos naturales, la transformación del paisaje y la pérdida de biodiversidad.

Esto ha traído consigo el abandono de pautas de manejo tradicional del medio, lo que ha significado a su vez la pérdida y el deterioro de suelos cultivables, además de un incremento enorme de la erosión del suelo, a lo que contribuye también el uso de aguas de mala calidad para el riego, la contaminación de las aguas, etcétera. Por esta razón, Canarias se considera una de las regiones de la UE más amenazadas por la desertificación.

Por otro lado, las amenazas derivadas de la competencia de especies invasoras, bien sea por descuido humano o por las alteraciones que está trayendo consigo el cambio climático, constituyen otro factor extremadamente peligroso para la conservación de los ecosistemas y las especies endémicas. Muchas especies foráneas que hasta hace un tiempo solo se encontraban en jardines o no prosperaron, han empezado a eclosionar de manera rápida en las últimas décadas. Si a esto le añadimos la desarticulación de las actividades tradicionales o el desarrollo de pautas de uso más urbanas en lugares tradicionalmente agrarios, estos problemas se multiplican.

Debemos tener en cuenta que el cambio climático supone por sí mismo un factor de distorsión de los ecosistemas debido a la pérdida de regularidades estacionales, hechos meteorológicos extremos, sequías prolongadas, inundaciones, aumento del riesgo de grandes incendios forestales, etcétera. El aumento de las temperaturas y la acidificación de los océanos tienen, además, efectos profundos sobre los ecosistemas marinos, a lo que contribuyen también los aportes contaminantes de los vertidos urbanos e industriales sin una adecuada depuración, desde tierra y desde los barcos.

En conjunto, el modelo de desarrollo económico de las islas desde la llegada del turismo de masas hasta ahora junto al aumento del nivel de vida, ha tenido consecuencias negativas para el medio natural canario. Es necesario hacer un profundo esfuerzo para compatibilizar el desarrollo y preservación de los recursos naturales, a fin de revertir la pérdida acelerada y sistemática de biodiversidad, la desaparición de flora, de fauna y de hábitats naturales, la proliferación de especies exóticas invasoras, la alteración de los espacios naturales protegidos, la disminución de los recursos naturales, la pérdida de calidad de los suelos, el aumento de la contaminación, la generación de residuos muy por encima de la capacidad de acogida de las islas, los vertidos de aguas residuales e industriales al mar sin depurar o sin un tratamiento adecuado y, en definitiva, una degradación del patrimonio natural y de la calidad de vida en el archipiélago.